Todos aspiramos a ser felices, pero ¿y si en este empeño estamos consiguiendo justo lo contrario, es decir, ser desgraciados? La infelicidad es algo más que lo opuesto a la felicidad. Es estancamiento, es angustia y es ausencia de estrategias personales para construir una realidad más plena, auténtica y significativa.

La infelicidad es un virus capaz de instalarse en nuestra vida sin darnos cuenta. Debemos levantar barreras defensivas: atender nuestra resiliencia, motivación y alimentar esos propósitos con los que hallar ilusión cada día cuando nos levantamos. A menudo, se suele pensar que la gente está motivada para buscar el placer y la alegría, evitando el dolor y la pena. Ahora bien, si observamos a quiénes nos rodean (familiares, amigos, colegas, vecinos), nos daremos cuenta de que la mayoría es “esclavo” de sus problemas.

Ante esta realidad es posible que nos preguntemos lo siguiente: ¿por qué, entonces, algunos cuando se sienten mal hacen lo posible por mejorar y otros siguen escarbando en la herida y no hacen nada por resolver el problema? Este es un tema que ha interesado desde siempre a psicólogos, neurólogos y sociólogos.

En el año 1930, Bertrand Russel intentó explicar por qué la sociedad parecía ser tan desgraciada y revelar a su vez, qué estrategias podían seguir para trabajar en su bienestar. Así, en el prefacio de su trabajo, el autor señala que lo más importante para vencer la infelicidad es seguir nuestro «sentido común». Pero ¿qué es el sentido común? Podríamos entenderlo quizás, como nuestra brújula interna, como esa guía que cada uno disponemos capaz de decirnos qué necesitamos, por qué debemos luchar y qué debemos evitar. También, Albert Ellis, psicoterapeuta y creador de la terapia racional emotiva conductual señala algo parecido: debemos procurar no traicionarnos  a nosotros mismos, ser leales a nuestro equilibrio emocional.

Ciertas personas parecen no poder ser felices

Hay expertos que hablan de la adicción a la infelicidad, la cual, tiene que ver con la inseguridad arraigada en la persona o bien falta de autoestima. Uno, en un momento dado puede creer que no es merecedor de la felicidad y por ello no pelea o lucha para cambiar las cosas o su estado. Hay una segunda teoría que habla de la manera en la que fuimos educados. Si en nuestra niñez ha habido una disciplina excesiva o expectativas para nada realistas, habremos asimilado la infelicidad como algo tolerable, normal y cotidiano. En tercer lugar, se dice que aquellos que han vivido varias experiencias negativas o traumáticas en su vida sienten, de forma inconsciente, un deseo de volver al “status quo” de la infelicidad, ya que es lo único que conocen es esa zona de confort. Es decir, que no saben lo que es ser felices.

Otras razones por las que una persona puede ser adicta a ser infeliz tiene que ver con “enorgullecerse de su realismo” ante las cosas que suceden en la vida, creyendo que solo hay que centrarse en lo negativo y no en lo positivo. Son el tipo de personas que siempre ven el vaso medio vacío. Algunas, debido a malas decisiones que han tomado, se sienten con mucha culpa, por lo que se castigan imponiéndose la falta de felicidad.

También, puede ocurrir que una persona tiene miedo a la felicidad porque está “segura” de que tras los buenos sentimientos o la alegría vendrá la decepción o la tristeza. Por ejemplo, las personas que no quieren volverse a enamorar porque fueron muy dañadas en una relación anterior. Se niegan la felicidad por miedo a sufrir. Sin embargo, existen algunos casos similares donde no se encuentra un compañero/a de vida por temor a ser engañado o abandonado. Además, es probable que esta persona se pase la vida diciendo lo desdichada que es en el amor.

A su vez, muchas consideran que si son felices nunca lograrán sus objetivos, o dicho de otra manera, sin sacrificio no hay ganancias. Así, si no han sufrido antes de conseguir algo que desean o si piensan que lo han conseguido de una manera sencilla probablemente le resten valor a lo que han logrado, no permitiéndose disfrutar de ello.

La infelicidad crónica puede aparecer a su vez cuando de base hay un trastorno psicológico, como es la ansiedad o al depresión. Dedicar nuestra vida a un trabajo altamente estresante, es sin duda una de nuestras mayores causas de infelicidad. Estos entornos son fuentes de ansiedad y depresión, dos factores directos de malestar y sufrimiento emocional.

Enfoques mentales y conductuales que originan infelicidad

  • Pensamientos  negativos, enfoque derrotista y carente de motivación.
  • Falta de propósitos.
  • Rol pasivo ante la vida, pensar que nuestros problemas son más graves o más difíciles de solucionar que los de la mayoría.
  • Planear metas que son imposibles de lograr.
  • No encontramos ese impulso vital con el que recuperarnos ante las adversidades.
  • Miedo a iniciar cosas nuevas (conocer gente, empezar otras etapas, aficiones, tareas…)

La infelicidad es casi como un virus capaz de instalarse en nuestra vida cuando menos lo pensamos. Un modo de evitarlo es trabajar los puntos anteriormente mencionados. Tener propósitos, ser resiliente, atrevernos a innovar en la vida y ponernos objetivos factibles y motivantes puede generar grandes y maravillosos cambios.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *