En la actualidad, el concepto de resiliencia se aplica a multitud de campos y disciplinas. A nivel de empresa, por ejemplo, resulta muy útil para hacer frente a esos momentos de crisis y dificultad donde cada miembro debe ser capaz de analizar su situación para aplicar nuevas estrategias de mejora. En ocasiones, en instantes de crisis, surgen las mejores oportunidades para salir más fortalecidos. Esto es algo que puede asumirse también en el campo personal, e incluso afectivo.

A pesar de que este sea un término muy arraigado en el campo psicológico y motivacional, en realidad, esta palabra tiene su origen en el campo de la física. Cuando un material pierde su forma debido a un impacto o a la agresión de un químico y es capaz de volver a su forma original sin romperse o quebrarse, es un claro ejemplo de la resiliencia. Esta particularidad física fue tomada por parte de la psicología positiva para enseñarnos que también nosotros podemos llevar a cabo esta maravillosa acción. Podemos enfrentarnos a las adversidades, superarlas y, además, salir fortalecidos en el proceso.

Existen diversos factores que nos pueden ayudar a poner en marcha este mecanismo tan terapéutico y sanador. Lo creamos o no, como organismos vivos que somos, estamos preparados biológicamente “para sobrevivir”. Nuestro cerebro puede guiarnos en esta adaptación, en este renacer que nos permite atravesar los instantes de oscuridad para ver el mañana con ilusiones renovadas.

¿Cómo puedo desarrollar mi resiliencia?

Conectarse con el entorno 

Cuando vivimos instantes de dificultad solemos tener la sensación de que el mundo ha perdido su sintonía, que todos van en una dirección y nosotros en otra. Debemos detenernos y tomar conciencia de que no estamos solos. Tenemos que animarnos a conectar, a apoyarnos en los buenos amigos, en nuestra familia, en aquellas personas que de verdad saben escucharnos y que son capaces de ofrecer ayuda. Aceptar la ayuda de nuestro entorno permite fortalecernos, sentirnos más seguros para tomar nuevas decisiones y recuperar la esperanza.

El dolor intenso no es eterno

Nadie puede cambiar lo que ha sucedido. Los hechos son los que son y tenemos todo el derecho a sentirnos enojados, tristes, desgastados, abatidos… etc. Sin embargo, debemos tener en cuenta que las situaciones complejas no van a durar por siempre. El dolor no es perdurable y día tras día, las cosas irán mejorando. Debemos permitirnos “fluir” con la propia vida. Hay instantes de dificultad, momentos de oportunidad y días de auténtica felicidad.

El cambio es parte de la vida

Este aspecto tiene que ver con el punto anterior. La vida fluye y está en continuo movimiento y ello implica que los cambios son inevitables, pero aferrarnos de forma eterna al dolor es opcional. No debemos cerrarnos a los cambios. La adversidad debe invitarnos a encender los motores innatos de la adaptación que todos tenemos integrados en nuestro cerebro. Tenemos que afinar nuestras emociones para buscar nuevas ilusiones, aceptar todo lo ocurrido y de a poco permitirnos avanzar.

Ponernos nuevos objetivos

Lo ocurrido ya no tiene vuelta atrás, no se puede cambiar. La única opción es aceptar y asumir.  Nuestra primera acción para hacer frente a esa adversidad es tomar una decisión, proponernos un objetivo sencillo y fácil de asumir. Más adelante, vendrán objetivos y desafíos más arriesgados. Pero, para empezar, nos sirven los más fáciles, los más terapéuticos como: salir a caminar, empezar un hobby o una actividad que nos agrade y podamos disfrutar, juntarse con amigos, realizar un viaje…

Crear una imagen positiva de nosotros mismos

Ya conocemos esa imagen de nosotros mismos sufriendo, siendo tocado por la tristeza, el fracaso, la ausencia o el desengaño. Es una imagen que ya nos resulta familiar. Ahora, toca crear una nueva. El desarrollo de la autoconfianza es clave en estos momentos, es la vía mediante la cual podremos hacer frente al día a día, resolver problemas y confiar en nuestros instintos. Esta es otra de las claves para la resiliencia, para irla desarrollando y fortaleciendo.

Mantener la perspectiva

Aunque tengamos que hacer frente a eventos muy dolorosos, es necesario mantener el control y una adecuada perspectiva de las cosas. Si nos han abandonado, esto no significa que no tengamos derecho a ser felices nuevamente. Si perdimos a un ser querido, no debemos caer en ese pozo en el cual nos neguemos a sonreír de nuevo o a ilusionarnos por la vida. Hay que mantener cierta perspectiva, y atender a nuestro corazón.

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