El pensamiento contrafáctico
Con cada decisión que tomamos, cerramos unas puertas y abrimos otras. Si deseamos avanzar, es imprescindible aprender y seguir adelante. De lo contrario, es probable que terminemos estancados.
¿Y si hubiera decidido irme a vivir al exterior? ¿Y si no hubiera cortado con mi pareja? ¿Qué habría pasado si hubiese aceptado esa oferta laboral? Una de las tareas mentales en las que más tiempo empleamos los seres humanos es en imaginar escenarios alternativos. A través del pensamiento contrafáctico tratamos de imaginar cómo sería la realidad si hubiésemos tomado diferentes decisiones. Embarcarnos en este ejercicio puede ser beneficioso en ocasiones. No obstante, obsesionarnos con explorar mentalmente opciones distintas puede tener consecuencias negativas. La frustración, el remordimiento o la ansiedad pueden hacerse parte de nuestra vida si no aprendemos a aceptar y vivir en el presente.
A lo largo de nuestra vida, vamos haciendo elecciones, algunas más cotidianas y otras más decisivas. Con cada una de ellas cerramos unas puertas y abrimos otras. Sin embargo, resulta casi inevitable plantearse -en algún momento- cómo habría sucedido todo de haber escogido un camino distinto. En esto precisamente se basa el pensamiento contrafáctico, en proyectar realidades alternativas que habrían surgido de decisiones diferentes. Podemos ahondar en el pasado y formular escenarios diversos, comparándolos con la situación actual (si hubiese sido más amable ahora no estaríamos enojados). También, podemos aplicar este tipo de razonamiento a situaciones futuras (si me voy de este trabajo, probablemente no encontraré nada mejor y terminaré en el paro).
Las posibilidades son infinitas, y en la base de este proceso, encontramos la creencia de que estas elecciones han marcado nuestra vida. Esta afirmación posee parte de verdad: nuestros actos pasados conforman nuestro presente y nuestras decisiones actuales influirán en el futuro. No obstante, ninguna opción por si misma constituye una sentencia. Nosotros tenemos el poder en cada momento de cambiar de rumbo.
Beneficios del pensamiento contrafáctico
Este proceso cognitivo tiene algunos beneficios siempre que se utilice de forma moderada. En primer lugar, nos ayuda a aprender de los errores del pasado y a planificar mejor nuestras decisiones. Cuando nos enfrentamos a una disyuntiva que ya hemos vivido con anterioridad, contamos con una base para prever ciertos acontecimientos. Así, la experiencia puede ser el punto de partida para tomar decisiones más acertadas.
Por otro lado, también nos ayuda a sentirnos satisfechos de nuestros logros (si no me hubiese mudado de ciudad, nunca habría conocido a mi mejor amiga) y nos ayuda a encontrar alivio en situaciones negativas (si hubiera tenido este accidente de coche sin llevar el cinturón de seguridad, habría sido mucho más grave).
Sin embargo, si perdemos de vista la utilidad que puede tener este pensamiento y comenzamos a emplearlo de forma constante tendremos problemas. Es posible que comencemos a experimentar emociones negativas por las decisiones que tomamos en el pasado. Podemos sentir culpa, remordimientos y frustración: «si hubiera estado más atento, nuestra amistad no se habría terminado», «si no me hubiera casado tan joven, habría podido disfrutar más experiencias en la vida».
Hemos de recordar que el pensamiento contrafáctico puede servirnos de guía para el futuro, pero nunca ha de ser un ancla al pasado. Si sentís que no actuaste correctamente, tratá de subsanar el error y aprender la lección para situaciones futuras. De una u otra manera, tomá la reflexión como un punto de partida para construir el futuro que deseas, no como un lastre emocional. Del mismo modo, involucrarnos en un bucle de pensamiento acerca del futuro puede generarnos ansiedad, estrés y una indecisión paralizante. La realidad es que no podemos predecir el futuro, tal vez nos pongamos nerviosos o tal vez consigamos el trabajo que deseamos.
El pasado ya no existe y el futuro es un misterio. Centrémonos en aceptar nuestro presente, aprender las lecciones y dar lo mejor de nosotros para forjar el futuro que deseamos vivir. Recordemos que el error es parte de la vida, que el camino se hace al andar y siempre habrá nuevas oportunidades.