La personalidad es uno de esos conceptos clave en psicología. En los planes de todas las carreras de psicología hay una asignatura con el nombre de Psicología de la Personalidad. Ahora, ¿realmente existe? ¿Con qué datos contamos para decir que alguien tiene una personalidad u otra?

Eysenck o McCrae y Costa son los creadores quizás de las tablas periódicas de la personalidad más famosas y reproducidas. Los que caen siempre en los exámenes de Psicología de la Personalidad y una referencia para la taxonomía de los principales manuales diagnósticos. Los amantes del análisis factorial, componentes principales y demás técnicas de síntesis de información a través de procesos estadísticos también estarían de acuerdo.  Sin embargo, seguro que conocás al alguien que se muestra especialmente extrovertido en un contexto e introvertido en otro. Incluso no es necesario cambiar ni siquiera de contexto. Por norma, podemos oscilar en esta dimensión incluso en una misma reunión social.

¿Qué pasaría si nuestra creencia en los rasgos de personalidad fuera una ilusión y las personas no fueran consistentes de una situación a otra? Esta fue una posibilidad que sacudió los cimientos de la Psicología de la Personalidad a fines de la década de 1960, cuando Walter Mischel publicó un libro titulado Personalidad y evaluación. Este psicólogo apostó por una evaluación de la personalidad sensible al contexto. Mischel pensó que los psicólogos deberían centrarse en las reacciones distintivas de las personas ante situaciones específicas. Este autor,  planteó que una persona no es honesta, sino que podemos identificar una tendencia en ella a ser honesta en unas determinadas circunstancias.

Para él existirían 5 variables a las que sería sensible el comportamiento de una persona:

  1. Competencias: en todos los planos. Físicas, intelectuales, sociales, etc.
  2. Estrategias cognitivas: formas de afrontamiento y experiencias con ellas.
  3. Expectativas: las consecuencias que la persona espera para cada opción que contempla.
  4. Escala de valores personales y autoconcepto: las actuaciones en sintonía con nuestra escala de valores serían más probables -bajo amenaza de disonancia-.
  5. Sistemas de autorregulación: el conjunto de reglas y normas a las que las personas se adaptan para regular su comportamiento.

Por eso, cuando alguien habla de la dificultad que puede entrañar estudiar otras carreras no entiende que la psicología presenta el objeto de estudio más complicado: el propio ser humano. Por eso hay una diferencia muy grande entre el conocimiento popular y el conocimiento científico. Este último es consciente, o suele ser consciente, de la dificultad de su propósito.

Mischel pensó que cada comportamiento es el producto de una interacción. La que se da entre la situación, la forma de percibir esta situación y los recursos para negociar con ella. La coherencia que encontraríamos cuando hablamos de rasgo, entonces, sería o estaría limitada a situaciones concretas en las que las características más salientes fueran las mismas o parecidas.

Hoy la psicología todavía no ha resuelto el precipicio abierto por la crítica a las teorías de los rasgos de personalidad. Parece que existe un cierto consenso que apoyaría que sí existiría una tendencia general. El problema es que en la realidad contamos con una información muy limitada de la persona que tenemos delante.En metodología, existe una certeza malévola: una población puede medir una media de tantos cm, pero puede que en esa población no haya nadie precisamente con esa altura. Así, en buena medida, la Psicología de la Personalidad lo pasa mal cuando queremos trascender los modelos teóricos y aplicarla en la realidad. En cuanto a la parte didáctica, la teoría en este punto parece agotada; en buena medida ha sobrevivido gracias al auge de la psicología positiva. Antes o después serán los datos, primando sobre la reflexión, los que empezarán a guiarnos hacia una solución.

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