Te proponés presentarte a esa entrevista de trabajo en la que tantas ilusiones pusiste y, a último momento, decidía no ir. Tenés una cita con alguien con quien tenés bastante conexión, pero al final optás por no volver a contactarlo/a. Estos son solo dos ejemplos de la personalidad autosaboteadora, un tipo de perfil realmente común. Si has vivido en piel propia alguna de estas situaciones, lo que habrás experimentado es cierto enojo con vos mismo/a.

¿Por qué lo hago? ¿Por qué razón dejo pasar tantas oportunidades? ¿Qué provoca que confíe tan poco en mis competencias a pesar de que determinadas metas me motiven muchísimo?

La procrastinación es una forma de autosabotaje emocional, esa en la que se esconden muchos miedos: temor a fallar, a equivocarnos, a no estar a la altura de lo que esperamos o a lo que los demás esperan de nosotros.

Casi sin saber cómo, terminamos instalados en una eterna y pegajosa zona de confort en la que nada cambia y las inseguridades se vuelven crónicas. En esta conducta hay una combinación muy lesiva en la que se combinan 2 ingredientes decisivos: el miedo y los pensamientos irracionales. Cuesta mucho desinfectar esos elementos de nuestra mente, sobre todo, porque dicho enfoque mental lleva bastantes años instaurado en nosotros. Sabemos que los miedos actúan en muchas ocasiones como esas murallas que nos separan de aquello que desearíamos ser. ¿Cuál es entonces la estrategia para derribar esos obstáculos?

La personalidad autosaboteadora

Vivimos en una sociedad en la que abundan en exceso mensajes motivadores como «cos podés», «si te lo proponés lo vas a conseguir» o «tenés todo el derecho a lograr lo que deseás». Sin embargo, en la vida real no todos encontramos esos combustibles excepcionales capaces de embestirnos para alcanzar nuestras metas, por sencillas que sean. Las personas estamos hechas de sueños, anhelos, necesidades y, sobre todo, miedos. La personalidad autosaboteadora abunda más de lo que pensamos por diversas razones.

La primera de ellas puede llamarnos la atención: el autosabotaje forma parte de la neurobiología.

El cerebro se guía básicamente en base a dos objetivos: conseguir recompensas y defendernos de las amenazas. Ahora bien, mientras los animales se preocupan solo de salvaguardar su bienestar físico, las personas somos mucho más complejas y necesitamos también garantizar nuestro bienestar psicológico y emocional. Esto provoca un hecho muy llamativo. Realidades como acudir a una entrevista, tener una cita o aspirar a un ascenso nos provocan siempre cierta ansiedad, angustia y algo de miedo. A fin y al cabo, tememos fallar, no estar a la altura o que las cosas no sucedan como deseamos. Todo ello lo interpreta el cerebro como una amenaza psicológica, algo que atenta contra nuestro necesitado bienestar y, por lo tanto, para garantizar nuestro equilibrio opta, sencillamente, por convencernos de que nos quedemos donde estemos. Mejor no hacer nada, no responder. La mecánica del autosabotaje es muy compleja.

Ese comportamiento por el que recortamos oportunidades y obstaculizamos nuestro potencial es algo inconsciente. No siempre nos damos cuenta de cómo aplicamos los mecanismos de defensa en casi cualquier situación. Dar un paso atrás cuando surge una oportunidad tiene además diversas causas, desencadenantes que van más allá del aspecto neurobiológico.

  • La personalidad autosaboteadora está motivada por el miedo. Esta emoción siempre tendrá un gran peso en cualquier circunstancia. No importa que ese trabajo, ese viaje o esa meta nos ilusione sobremanera, el temor a fallar, a que pase algo, acaba frenando nuestros pasos.
  • El autosaboteador/a posee un eterno cuestionamiento. Hay una voz interna que pondrá en duda cualquier cosa que se haga. Aún más, tiene también la facultad de ver el lado negativo a casi cualquier cosa y de caer en esa rumia cognitiva con la que hallar un problema a cada situación.
  • La procrastinación es otra forma de autosabotaje emocional muy común y definitorio.
  • La mala gestión emocional y el dejarse secuestrar por las emocione son otros elementos descriptivos de este perfil.
  • La personalidad autosaboteadora se define por un bajo autoconcepto, excesiva necesidad de control y miedo a los cambios. Todo estos elementos pueden estar motivados por la crianza, por el estilo educativo y por esas creencias que, a veces, interiorizamos de nuestros progenitores.

Para que la mente deje de practicar el autosabotaje se necesita de un entrenamiento y compromiso férreo con nosotros mismos. No es una tarea fácil ni percibiremos cambios de hoy para mañana. Es como repogramar muchas de las cosas que dábamos por sentadas, es también desaprender para volver a asentar estrategias y enfoques más válidos, saludables.

Estas serían algunas claves:

  • Hay que dejar de tener miedo al fallo, al fracaso, al error. Si no logramos ese trabajo o ascenso soñado, no pasa nada, aparecerá otro. Si al final esa cita con esa persona que nos atrae no sale bien, no importa. Nosotros seguiremos siendo los mismos. Una decepción o un error no es un final, es un punto y aparte y un nuevo inicio.
  • Debemos detener la rumiación, bajar el volumen del diálogo negativo.
  • Dejar de ser nuestros peores críticos. Merecemos tratarnos con afecto y respeto.
  • Apreciar nuestros logros, ponernos metas simples y sencillas en el día a día y, disfrutar de las pequeñas victorias cotidianas.
  • Promover cambios, derribar los muros para alcanzar el bienestar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *