Durante la infancia, si sufrimos de heridas emocionales, tendremos consecuencias a lo largo de la vida, incluso en las etapas de la vida adulta.

Aprender a detectarlas, asumirlas y poder realizar un trabajo emocional con las mismas nos permite poder transitar nuestra adultez sin piedras emocionales que obstaculizan nuestro camino.

La infancia implica una etapa en la cual se desarrollan todas nuestras potencialidades, emociones, capacidades, modos vinculares, etc. A partir del tránsito por esta etapa formaremos nuestra personalidad, canalizaremos nuestra manera de relacionarnos, y enfrentaremos los desafíos que se nos presenten en la vida adulta. Existen eventos, contextos o vínculos que producen traumas, conocidos también como heridas emocionales en la niñez que llevamos anclados en nuestras emociones cuando somos adultos.

Nuestro lugar como adultos, ya sea desde el lugar de padres, familiares, docentes o cual sea nuestros vínculos con los niños debemos tener en cuenta la función tan importante que desempeñamos para que las heridas emocionales no sean tal.  Como padres, debemos evaluar nuestras propias heridas emocionales para que las mismas no provoquen consecuencias en nuestros hijos.

No podremos ser padres perfectos, pero si, observándonos podemos reconocer cuales pueden ser nuestras heridas emocionales o traumas que nos llevaran a padecer vínculos no sanos con demás adultos o con nuestros hijos:

Violencia Intrafamiliar
Culturalmente, podía ser aceptado disciplinar a nuestros a partir de un acto de violencia, el famoso “chirlo en la cola”, pero existen muchas investigaciones que nos hablan de lo contrario, golpear enseñará a los niños a resolver sus conflictos con violencia, a no manejar adecuadamente sus estallidos de ira, a resolver sus conflictos.

• Miedo al abandono
Las personas que han vivido experiencias de abandono en su infancia suelen ser inseguras y desarrollan una dependencia emocional, basada en un profundo miedo a que les vuelvan a abandonar. Esta situación puede impedirles comprometerse afectivamente con sus hijos, hasta impedirles decirles “no”, por este temor incrustado a que los hijos también puedan dejar de quererlos.

• Rechazo
Existen padres que rechazan sus hijos por variados motivos; llegó en un momento inadecuado, es producto de un descuido, es exactamente igual a su papá, etc. El rechazo constante hacia nuestro hijo va a generar un proceso de auto rechazo. Esta herida emocional del pasado en la etapa de adulto repercutirá con la sensación de que jamás, haga lo que haga podrán ser “suficientes” en la vida, en el trabajo, en los estudios e incluso en el amor, estos individuos preferirán permanecer solos y aislados. Afectando irreversiblemente en su autoestima, pudiendo desencadenar en depresión, adicciones, conductas impulsivas hasta suicidio.

• La injusticia
Desde muy temprana edad, los niños tienen la capacidad de evaluar si una situación en la que están involucrados es justa o injusta, o si por el contrario se recibe un trato igualitario, o por ejemplo cuando su palabra no es creída, etc. Al vivir en un ambiente que ha sido totalmente injusto, esto termina por deteriorar el “yo”, transmitiéndoles la idea de que no son merecedores de la atención de los demás. Un adulto que ha sufrido esta herida emocional, entonces puede convertirse en una persona insegura, impidiéndole sentirse amado, confiar en que alguien puede ser sincero, impidiéndole poder establecer vínculos sanos o relaciones con las demás personas.
A veces los padres somos unos grandes prometedores, prometemos y no cumplimos las promesas, pero esto genera un trauma en los más pequeños, una herida emocional, va enseñando que el mundo y las personas cercanas no son fiables, y cuando adulto el tendrá una personalidad insegura, miedosa y celotipica.

• La humillación
Hoy más que nunca se ve este fenómeno, cada día son más los niños que crecen en ambientes humillantes, el bullying es uno de ellos, los niños que constantemente son sometidos a situaciones humillantes, burlas, y descalificación, ya sea en la escuela o en el hogar, crecen con una gran tendencia a la depresión y una autoestima baja. Seguramente todos recordaremos alguna situación humillante en la infancia, falta solo recordar para entender que grave puede ser este trauma emocional de la niñez y como termina siendo una carga que llevamos en la vida adulta.

• Temor a lo desconocido
Muchos padres alentamos a nuestros niños a perder el temor a la oscuridad o a los lugares desconocidos, o subestimamos sus miedos diciendo que no sean cobardes, miedo al agua, etc. Los niños requieren un poco de paciencia, y la inmersión violenta en ambientes desconocidos solo generará individuos inseguros, con temor al cambio, y resistentes a la diferencia.

Evaluando nuestras propias heridas, y permitirnos apreciar cómo nos vinculamos nos ayudará, así como también buscar ayuda profesional puede ser un gran aliado.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *