No tomar riesgos, no aventurarse a las nuevas oportunidades que pueden ser aterradoras, pero también fascinantes, implica quedarnos en una vida confortable pero insípida, vivir sólo en lo conocido, no lanzarse al vacío, no buscar nuevos horizontes. Si uno busca avanzar y, alcanzar un futuro más placentero, es necesario dejar el pasado atrás.

Muchas veces nos sucede que el pasado ya se ha ido, está lejos, pero aún así, seguimos viviendo en él. No paramos de rememorar y revivir una realidad que ya no tiene lugar, que ya no forma parte de nosotros y que, en muchos casos, encima nos causa dolor, nos hace daño. Es por esto que siempre debemos deshacernos de lo que no nos permite avanzar.

Dejar que la esperanza muera constituye un paso imprescindible para poder seguir adelante. En ocasiones, las cosas no suceden tal y como esperábamos. No importa el esfuerzo que hayamos invertido o el tiempo que llevemos dedicados a construir un proyecto. La vida es cambiante e impredecible y no podemos tender el control sobre todo lo que nos sucede alrededor. Cuando la realidad nos da un cachetazo, nos sacude y deja nuestros planes tirados, probablemente quedemos angustiados y desvastados. La confusión, la frustración, la tristeza y la bronca adquieren fuerza y poder y nos invaden. ¿Qué podemos hacer cuando todas nuestras ilusiones y expectativas han quedado deshechas? El abismo de mirar al futuro puede generar tanto vértigo que, a pesar de ello, preferimos aferrarnos a un pasado que se ha destruído.

Es así como empezamos a dejar que los días, meses y años transcurran viviendo de recuerdos, de anhelos imposibles y de esperanzas de que aquello que conocemos y nos hacía sentir seguros, “algun día” vuelva a resurgir. El peligro de colocarnos en esta posición es que ponemos nuestra vida en pausa de manera indefinida. Renunciamos a cuidarnos, a sanarnos, a aprender de lo sucedido y, sobre todo, renunciamos a construirnos un futuro. Es importante poder tomarse un tiempo y reflexionar. Si queremos salir salir adelante, debemos ser valientes y asumir lo que ya ha terminado. Hay que dedicar un tiempo a procesar la pérdida pero sin detenerse porque, aunque en un primer momento no lo veamos, afuera existen un sinfin de oportunidades y experiencias esperándonos. Cuando recolocamos el pasado en su lugar y simplemente lo integramos en nuestra historia de vida, estaremos listos para  continuar con nuestra vida, para seguir viajando.

Vivir es requiere de mantenerse en equilibrio. Es la única manera de poder seguir avanzando. Tomar las riendas de nuestra vida, ponerse en acción, es una de las mejores decisiones que podemos tomar para cerrar puertas. Hay que enfocarse en uno mismo y dedicarse a construir el futuro que deseamos. No se trata de empezar de cero, comenzamos desde la experiencia que nos dejó aquellas situaciones y circunstancias vividas. Por lo tanto, tenemos que delinear metas personales y trabajar en ellas de forma gradual. Pensar cómo deseamos mejorar nuestra existencia, qué queremos lograr en cada ámbito de tu vida, e invertir nuestras energías en ello. Hay que actuar para mejorar nuestro estado de salud, tanto a nivel físico como emocional.  Hay que actuar para avanzar en nuestro trabajo, en proyectos, para fortalecernos y también para ampliar nuestro círculo social. Podemos aprender nuevas habilidades o mejorar la relación con nuestros familiares. Cualquier objetivo es bueno siempre que nazca de uno mismo. Permanecer pasivos e inactivos nos lleva irremediablemente a recordar y regodearnos en el dolor. Si estamos trabajando en forjar un futuro, no tenemos tiempo para dedicar al pasado.

Reconstuirse, quererse bien, empoderarse, cuidarse, dedicarse tiempo a uno mismo, conectar con el entorno, con el presente, desarrollar la fortaleza interior y poner en marcha las habilidades de afrontamiento. Tenemos que permitirnos el demostrarnos a nosotros mismos que somos realmente capaces, que contamos con todas las herramientas para salir adelante. Y, por encima de todo, alentarse uno mismo mientras se da todo el proceso: no menospreciarse y confiar en nuestras capacidades. Siempre es importante valorar el trabajo que se realizó, independientemente de que el resultado no haya sido el esperado. Evaluar qué aprendizaje podemos extraer de esa experiencia y soltar el pasado con amor y gratitud. Cerrar puertas es más sencillo cuando sabemos que por delante nos está esperando un nuevo y gran futuro, y depende de uno mismo poder forjarlo, encaminarlo y desarrollarlo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *