A veces, hay quien se comunica tal y como vive: de manera acelerada. Así, detrás de esas personas que hablan de forma rápida y atropellada se esconden fenómenos muy diferentes, como la ansiedad, la falta de control o de claridad en el pensamiento.

Cada uno de nosotros tenemos una forma particular de comunicar. Ahora bien, las personas que hablan rápido no siempre logran transmitir sus mensajes de manera efectiva y, lo que es más importante, suelen generar en el emisor cierta sensación de estrés, confusión y una mayor dificultad a la hora de entender lo que se les está diciendo. Se trata además de un estilo de comunicación del que se pueden deducir varios aspectos. En primer lugar, hablar rápido no tiene por qué responder a un trastorno psicológico. En ocasiones, podemos encontrarnos ante algún trastorno del habla como la taquilalia, que define a esas personas con un discurso excesivamente rápido, con atropellamiento de las palabras y con pausas o repeticiones que complican aún más el flujo rítmico del habla. La causa que explica este tipo de comunicación responde en muchos casos a la ansiedad y a estresores en los contextos próximos, algo que sucede muchas veces durante la infancia. Por lo tanto, si conocemos a alguien que usa de forma habitual este tipo de discurso, tengamos un poco más de paciencia.

Hay quien piensa que las personas que hablan rápido podrían tener alguna virtud que los diferenciaría de los demás. Hablar rápido podría significar, por ejemplo, que «piensan igual de rápido», también que podrían ser grandes oradores al dar discursos con un gran número de datos e información. Sin embargo, la ciencia ya nos ha señalado que esto no siempre es así. Para empezar, hablar rápido no significa que se hable con fluidez. Asimismo, quien comunica de manera acelerada no siempre da tiempo a que su audiencia llegue a digerir toda la información que se transmite.

Las personas que hablan rápido, por término medio, suelen arrastrar los siguientes problemas:

  • Alteraciones en el tono de voz. En ocasiones pueden hablar demasiado alto o al poco, hacer uso de un tono más bajo que dificulta la comprensión.
  • Problemas a la hora de articular, se cometen errores al pronunciar algunas palabras.
  • Uso de rellenos en el discurso (ah, em…) así como las repeticiones (es decir, quiero decir, así que…).
  • Los aspectos más importantes del mensaje, es decir, el tema central que se quiere comunicar, pasa desapercibido.
  • El oyente no llega a comprender todo el discurso de las personas que hablan rápido. Además, es común que le dé menos valor y que se experimente cierto estrés por ese estilo de comunicación tan rápida.

El origen de ese discurso excepcionalmente rápido es multidimensional. Es decir, no hay una sola causa, en realidad, hay diferentes factores que pueden explicarnos por qué ocurre (o por qué nos ocurre). Son las siguientes:

  • Condicionamiento desde la infancia. Hay pequeños que se sienten socialmente presionados desde edades tempranas a hablar de forma rápida. Tener hermanos muy traviesos o incluso tener progenitores que también hablan rápido suele definir este estilo comunicativo.
  • La personalidad extrovertida presenta en determinadas ocasiones esta característica. Es un perfil donde se tiende a pensar mientras se habla, donde prima la impulsividad y esas ideas que se atropellan unas a otras y que se expresan casi sin filtro.
  • Tener la mente acelerada. En ocasiones, llevar una vida cotidiana marcada por las prisas, la ansiedad y la presión, hace que terminemos comunicándonos de manera nerviosa. Tal y como suele decirse, hay personas que se comunican tal y como viven: de manera estresante.

¿Qué podemos hacer para reducir el habla acelerada?

Todos queremos comunicarnos de manera efectiva. Hablar con eficacia es hacer llegar nuestro mensaje de manera adecuada, cercana y hasta cautivadora. Así, quien lo hace de manera rápida y precipitada no solo genera en los demás cierta ansiedad o dificultades para comprender lo que se dice. También, fruto de la inercia, puede terminar compartiendo pensamientos que en realidad le gustaría mantener en privado. Por lo tanto, las personas que hablan rápido deberían aprender no solo a bajar el ritmo, sino también a aplicar un pensamiento algo más reflexivo y menos impulsivo, donde poder sentirse poco a poco más competentes y con mayor autocontrol.

Estas serían algunas claves:

  • Gestión emocional. Esta forma de comunicación viene mediada por nuestras emociones y, en concreto, por la ansiedad derivada de nuestro estilo de vida. Por eso, a veces no basta solo con bajar el ritmo, hay que establecer un control sobre la ansiedad, el estrés, la impulsividad…
  • Controlar la respiración. Técnicas, como la respiración profunda o la relajación progresiva de Jacobson, pueden ayudarnos a entrenar la calma interna para mejorar el ritmo de nuestra comunicación.
  • Pensar como oyente. Cuando nos estemos comunicando con alguien, podemos entrenar nuestro pensamiento para establecer pausas. En esos instantes hay que aprovechar para tomar aire, preguntarnos si aquello que estamos diciendo está llegando al emisor. Repetirnos a nosotros mismos que comunicar despacio siempre es mejor.
  • Pedir a los demás que nos avisen cuando hablamos rápido. A veces, lo hacemos casi sin darnos cuenta, aceleramos el discurso y el habla se vuelve atropellada (sobre todo si estamos nerviosos). Por eso, nunca está demás señalar a los demás de que tenemos esa tendencia y que agradeceríamos sin duda que nos avisaran. En caso de que nos den el «toque», bajamos el ritmo.

Para concluir, tal y como hemos señalado al inicio, las personas que hablan rápido no siempre padecen un trastorno. La mayor parte de las veces se trata de una conducta comunicativa que podemos controlar siendo conscientes de ello. Vale la pena tenerlo en cuenta.

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