La mayoría de las personas somos muy críticas y duras a la hora de evaluarnos, sobre todo cuando creemos tener un defecto o una carencia. Solemos maltratarnos de una forma despiadada cuando cometemos un error, creyendo que así mejoraremos. Lo cierto es que al final no lo logramos. Existe una alternativa a esta autocrítica maltratante para crecer: la autocompasión. La misma consiste de dirigirse a uno mismo con amabilidad, reconociendo los aspectos comunes con el resto de personas, pero también aceptando las propias limitaciones.

No siempre es posible obtener lo que queremos y cumplir con las expectativas que nos hayamos propuesto. Por ello, cuando no aceptamos esa realidad aparece el sufrimiento en forma de estrés, frustración y autocrítica. Por el contrario, si aceptamos esa realidad como parte de la dinámica de la vida de todo ser humano, experimentamos emociones positivas, como la compasión, que nos ayudan a vivir cada situación de un modo más efectivo.

El concepto de autocompasión tiende a interpretarse de diferentes formas. Su significado en psicología tiene que ver con la capacidad de ser menos críticos y más indulgentes con nosotros mismos, lo que permite una visión más realista de nuestra situación. Implica tratarnos con empatía, ser amables con nosotros mismos, sin criticarnos ni juzgarnos por lo errores, permitiéndonos mantener la motivación, sin preocuparnos en exceso por el éxito o fracaso en cada cosa que hacemos o dejamos de hacer. Representa una habilidad de la inteligencia emocional reflexiva y nutritiva. Permite que nos abramos un espacio para conocernos, cuidarnos y darle importancia a todo lo que nos sucede.

La autocompasión abarca 3 aspectos fundamentales:

  • Bondad hacia uno mismo.
  • Reconocimiento de la humanidad.
  • Atención plena.

Al experimentar sentimientos de cariño hacia nosotros mismos, no solo cambia nuestra mente, sino también nuestro cuerpo. Cuando calmamos nuestro dolor apelamos al sistema de apego de los mamíferos. Una de las funciones más importantes de este sistema es la de liberar oxitocina, una hormona que incrementa nuestro sentimiento de confianza y las sensaciones de paz, seguridad, generosidad y conexión, además de fomentar la capacidad de sentir cariño y compasión por uno mismo. La bondad hacia nosotros nos permite tratarnos como seres humanos valiosos, merecedores de cariño. Es importante ser capaces de utilizar un lenguaje empático, no crítico, cuando hablamos con nosotros mismos. De alguna forma, esto tiene que ver con tratarnos bien, ya que plantea no recurrir a la crítica y practicar una actitud comprensiva.

El sentimiento de compasión surge del reconocimiento de que la experiencia humana es imperfecta: todos los seres humanos podemos fallar. Cuando estamos en contacto con nuestra humanidad común, recordamos que el sufrimiento es compartido. Todas las personas sufrimos o sentimos dolor en algún momento de nuestras vidas. Ser autocompasivo no es lo mismo que sentir pena por uno mismo. La autocompasión nos lleva a comprender mejor la situación, de una forma amable y nos impulsa a encontrar mejores soluciones hacia nuestra mejora personal. Sentir que uno no tiene mérito va de la mano de sentirse apartado de los demás, apartado de la vida. Si somos imperfectos, ¿cómo podemos sentirnos integrados? Parece un círculo vicioso: cuanto más inútiles nos sentimos, más apartados y vulnerables nos sentimos. Los sentimientos de conexión con los demás, como los de bondad, activan el sistema de apego del cerebro. Las personas que se sienten conectadas a los demás no suelen temer tanto las circunstancias adversas y responden con mayor flexibilidad a los desafíos de la vida.

La denominada “atención plena” o “mindfulness” implica vivir en el presente, con aceptación y sin juicios, para así poder tener una visión más clara de nuestro sufrimiento. Practicar mindfulnessnos ayuda a reconocer cómo nos sentimos y a identificar las emociones y los pensamientos como lo que son, sin dejarnos determinar por ellos. Se trata de observar lo que ocurre en nuestro campo de conciencia en el aquí y ahora. Esto nos permitirá identificar que los pensamientos sobre el pasado y el futuro son exactamente eso: pensamientos. Además, el mindfulness nos aporta también herramientas para responder a las distintas situaciones de nuestra vida desde un estado de calma y relajación. Gracias a ello, no reaccionaremos de forma exagerada y provocando consecuencias de las cuales nos podamos arrepentir en un futuro.

Si no tenemos compasión con nosotros mismos es posible que experimentemos lo siguiente:

  • Bronca y dificultad para conectar con nosotros mismos que derivan en aislamiento. 
  • Irresponsabilidad: se trata de culpar a otros por el sufrimiento propio. Tenemos una visión de la vida en blanco y negro, sin matices, y gran dificultad para aceptar que tenemos la capacidad para generar cambios en el presente que, en realidad, solo dependen de nosotros mismos.
  • Menosprecio: es el sentimiento de incapacidad y vulnerabilidad que viene acompañado del lenguaje y la expresión no verbal que lo denotan.
  • Sentimiento de desesperanza: se nos dificulta disfrutar del momento y pensar que vendrán cosas mejores.
  • Sentimiento de estar” perdidos”: nos encontramos sin rumbo y la vida carece de sentido.

A partir de la ausencia de autocompasión nos resulta difícil recordar que de cada experiencia vivida es posible sacar lo mejor para salir adelante y que esto nos será de ayuda cuando pasemos por situaciones similares en el futuro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *